No soy un mal hombre. ¿Por qué hace una hora estaba diciendo que era el hombre más feliz del mundo entero y ahora sólo le veo a él? Ni siquiera le conozco, no sé cómo es y sin embargo le veo. Ahora mismo estaba leyendo el periódico y se me aparece él nublándome la vista. Lo veo desnudo sobre ella, buscando sus labios. También la veo a ella. Siento unos celos que me comen cuando me lo imagino besándola, tocándola. Soñando sus pupilas dilatadas por beber de su cuerpo un día más. Me gustaría saber qué diferencias ve ella entre nosotros. ¿Qué estarán susurrándose en esa cama donde yo me tumbaba? Ojalá me estuviera cruzando yo ahora en su mente, quizá también estoy destrozándole el subconsciente, matándola poco a poco, sobornándola despacio.
Me molesta que hayan probado su boca, siento asco de esas manos que pudieran haberla tocado antes o después que yo. Siento impotencia al pensar en ese somier, en su desnudo. Me consumo con el eco de sus te quiero, que me dijo a mí antes. Y no ha sido así, de repente. Pero poco a poco odio más ese tiempo de transición en nuestra separación, ese tiempo que le llevó hasta sus brazos. Y aquí estoy, borracho. también de celos. Histérico. Drogado de amor. La quiero. Necesito su nombre, sus recuerdos, su todo. Es mía. ¿Qué diría él si pudiera saber lo que pienso de ella? Forma parte de mi vida y yo de la suya. La rabia se me coge al cuello y quiere ahogarme. Se trata de algo con nombre y apellidos, es el fantasma de él, el otro, un pasado y un futuro que me come las entrañas. Puedo oler su perfume, mezclándose con el de ella, se revuelven de placer en mi cama.
La llamé. Escuché aquella voz de hombre pronunciando su nombre y sentí unos celos tan grandes que quise morir. Se me nubló la vista, unas manos grandes y fuertes enredándose en su pelo. Buscan sus bocas y beben de sus cuerpos. Qué se dirán tumbados en nuestro sofá. Un te quiero de sus labios, alguna promesa de amor eterno. La veo arrepentida, seguro, sufriendo y arrepintiéndose de tantas cosas.
Aquella voz de hombre, persuasiva, penetrante se me metió muy dentro. El nombre de mi mujer, cosquillas en las entrañas.
Sentí alivio al oler su sangre caliente. Él le tocó por última vez los párpados manchados de maquillaje, la ropa rasgada y debajo, su piel perfecta. Sólo supe andar sin rumbo, esperar en paz. Mía para siempre.
Me molesta que hayan probado su boca, siento asco de esas manos que pudieran haberla tocado antes o después que yo. Siento impotencia al pensar en ese somier, en su desnudo. Me consumo con el eco de sus te quiero, que me dijo a mí antes. Y no ha sido así, de repente. Pero poco a poco odio más ese tiempo de transición en nuestra separación, ese tiempo que le llevó hasta sus brazos. Y aquí estoy, borracho. también de celos. Histérico. Drogado de amor. La quiero. Necesito su nombre, sus recuerdos, su todo. Es mía. ¿Qué diría él si pudiera saber lo que pienso de ella? Forma parte de mi vida y yo de la suya. La rabia se me coge al cuello y quiere ahogarme. Se trata de algo con nombre y apellidos, es el fantasma de él, el otro, un pasado y un futuro que me come las entrañas. Puedo oler su perfume, mezclándose con el de ella, se revuelven de placer en mi cama.
La llamé. Escuché aquella voz de hombre pronunciando su nombre y sentí unos celos tan grandes que quise morir. Se me nubló la vista, unas manos grandes y fuertes enredándose en su pelo. Buscan sus bocas y beben de sus cuerpos. Qué se dirán tumbados en nuestro sofá. Un te quiero de sus labios, alguna promesa de amor eterno. La veo arrepentida, seguro, sufriendo y arrepintiéndose de tantas cosas.
Aquella voz de hombre, persuasiva, penetrante se me metió muy dentro. El nombre de mi mujer, cosquillas en las entrañas.
Sentí alivio al oler su sangre caliente. Él le tocó por última vez los párpados manchados de maquillaje, la ropa rasgada y debajo, su piel perfecta. Sólo supe andar sin rumbo, esperar en paz. Mía para siempre.
Comentarios
Y me alegro que te guste la sección de los looks para salir, me anima a seguir con ella :)
un besin