Leyendo Instyle me encuentro con la siguiente pregunta ¿Truco para afrontar la vuelta de las vacaciones? Saborear el recuerdo del instante en el que mi hijo le perdió el miedo a la piscina y se tiró al agua en mis brazos. Su chapoteo, su risa; ese momento mágico atrapado para siempre en una foto.
Mi cama, vestida con ropa y cojines claros, dosel (nuevo) incluido, transmitiéndome paz y relax. Una larga ducha, unas velas, incienso. Un rato para mí y mis rituales mágicos. Aunque sea sin productos de lujo. Un maratón de Sexo en Nueva York tumbada en el sofá mientras el pequeñajo duerme y devorar Instyle (sí, puedo disfrutar de dos placeres a la vez jeje) Perderme un rato en las redes sociales, actualizar el blog y que alguien lo lea, pensar, quizá, en un nuevo corte de pelo. Permitirme una nueva laca de uñas y sobretodo no lamentarme por esta vuelta de las vacaciones diferente, estando en el paro. Me siento querida, arropada y valorada por mi marido y mi familia.
Hace diez años, mis vacaciones cambiaron mi vida para siempre. En el verano de 2001 conocí al que hoy es mi marido y padre de mi hijo. Lo que parecía un amor adolescente de verano es un matrimonio que ha tenido momentos difíciles y también preciosos.
Suele haber personas que se sorprenden cuando por mi edad se enteran que estoy casada y que soy madre y me molesta que me juzguen por ello. Me miran con pena por lo que me he perdido. Quizá son esas personas las que se pierden el amor infinito de un hijo. Prefiero mi matrimonio y el haber crecido junto a una persona que la discoteca y los ligues, cosa que no les critico a los demás. Parece que cada vez que alguien se sorprende por mi estado civil debo defenderlo y justificar por qué mi camino ha sido así...
Hace diez años, el que sería mi marido entró en casa por primera vez y conoció a mis padres justo el día del atentado a las Torres Gemelas. El 11S en Nueva York y, tan lejos, nuestra vida juntos que comenzaba. Una fecha para no olvidar, con lo despistado que es él!
Aquí, mi amiga Cristina, este verano en New York City con falda de Zara. ¡Gracias por la foto Cris!
Mi cama, vestida con ropa y cojines claros, dosel (nuevo) incluido, transmitiéndome paz y relax. Una larga ducha, unas velas, incienso. Un rato para mí y mis rituales mágicos. Aunque sea sin productos de lujo. Un maratón de Sexo en Nueva York tumbada en el sofá mientras el pequeñajo duerme y devorar Instyle (sí, puedo disfrutar de dos placeres a la vez jeje) Perderme un rato en las redes sociales, actualizar el blog y que alguien lo lea, pensar, quizá, en un nuevo corte de pelo. Permitirme una nueva laca de uñas y sobretodo no lamentarme por esta vuelta de las vacaciones diferente, estando en el paro. Me siento querida, arropada y valorada por mi marido y mi familia.
Hace diez años, mis vacaciones cambiaron mi vida para siempre. En el verano de 2001 conocí al que hoy es mi marido y padre de mi hijo. Lo que parecía un amor adolescente de verano es un matrimonio que ha tenido momentos difíciles y también preciosos.
Suele haber personas que se sorprenden cuando por mi edad se enteran que estoy casada y que soy madre y me molesta que me juzguen por ello. Me miran con pena por lo que me he perdido. Quizá son esas personas las que se pierden el amor infinito de un hijo. Prefiero mi matrimonio y el haber crecido junto a una persona que la discoteca y los ligues, cosa que no les critico a los demás. Parece que cada vez que alguien se sorprende por mi estado civil debo defenderlo y justificar por qué mi camino ha sido así...
Hace diez años, el que sería mi marido entró en casa por primera vez y conoció a mis padres justo el día del atentado a las Torres Gemelas. El 11S en Nueva York y, tan lejos, nuestra vida juntos que comenzaba. Una fecha para no olvidar, con lo despistado que es él!
Aquí, mi amiga Cristina, este verano en New York City con falda de Zara. ¡Gracias por la foto Cris!
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